La Transfiguración del Señor
Tomado de la página www.companerosdecamino.com
CONTEMPLANDO A JESÚS
Mañana lunes, la iglesia celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor. Una fiesta donde también se incluye la Jornada de la Vida contemplativa. Pero es posible vivir este tipo de vida en un mundo tan agitado como el nuestro. ¿Tiene realmente sentido el abstraerse del mundo, donde hay tantos problemas que resolver y andar como en el aire, mirando a no sé quien en el cielo y olvidarse de todo lo que sucede aquí en la tierra?
Los budistas buscan la iluminación del ser interno, y por ello, se dedican a meditar profundamente. Esto les lleva al estado de Nirvana, donde se experimenta un cambio radical del ser externo, el cual tan solo es el carruaje que lleva a nuestra alma. La importancia es nuestra alma, y todo aquello que desvíe al hombre de encontrar este estado final, sencillamente es perjudicial para el mismo.
Sin embargo, el cristianismo no separa al cuerpo del alma. Ambos son una unidad inseparable, que tan solo encuentran sus caminos separados en el momento de la muerte. Es allí donde el cuerpo se queda como un despojo y el alma sale en busca de Dios. Pero mientras viven, el cuerpo necesita del alma y viceversa. Y como dos entes separados pero que viven en una simbiosis muy positiva, es necesario el hacer y también el contemplar.
Esta vocación se encuentra en algunos seres que, dejándolo todo se entregan a la oración intensa y a una vida despegada de las ataduras del mundo material. Pero ello no impide que el hombre pueda elevarse al cielo con los pies bien puestos sobre la tierra.
Esta imagen es bien descrita en el episodio del evangelio de la Transfiguración. Leamos este relato desde el mismo evangelista Mateo que lo narra:
"Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista" (Mateo 17,1-12).
Jesús nos pone en nuestra realidad de la vida. Cuando pensamos que todo está bien, y queremos dejar nuestros problemas a un lado, se nos muestra la cruz. Ella nos lleva a nuestra realidad existencial, pero para poder soportar el peso de la vida, es necesaria la contemplación desde la oración.
Tratemos hermanos de vivir acorde a lo que nuestra fe nos pide. Busquemos a Dios en la oración diaria, pero también en el hermano que sufre y nos reclama la justicia de Dios. No perdamos de vista la misión del cristiano y seamos verdaderos fieles seguidores de nuestro Maestro Jesús.
Mañana lunes, la iglesia celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor. Una fiesta donde también se incluye la Jornada de la Vida contemplativa. Pero es posible vivir este tipo de vida en un mundo tan agitado como el nuestro. ¿Tiene realmente sentido el abstraerse del mundo, donde hay tantos problemas que resolver y andar como en el aire, mirando a no sé quien en el cielo y olvidarse de todo lo que sucede aquí en la tierra?
Los budistas buscan la iluminación del ser interno, y por ello, se dedican a meditar profundamente. Esto les lleva al estado de Nirvana, donde se experimenta un cambio radical del ser externo, el cual tan solo es el carruaje que lleva a nuestra alma. La importancia es nuestra alma, y todo aquello que desvíe al hombre de encontrar este estado final, sencillamente es perjudicial para el mismo.
Sin embargo, el cristianismo no separa al cuerpo del alma. Ambos son una unidad inseparable, que tan solo encuentran sus caminos separados en el momento de la muerte. Es allí donde el cuerpo se queda como un despojo y el alma sale en busca de Dios. Pero mientras viven, el cuerpo necesita del alma y viceversa. Y como dos entes separados pero que viven en una simbiosis muy positiva, es necesario el hacer y también el contemplar.
Esta vocación se encuentra en algunos seres que, dejándolo todo se entregan a la oración intensa y a una vida despegada de las ataduras del mundo material. Pero ello no impide que el hombre pueda elevarse al cielo con los pies bien puestos sobre la tierra.
Esta imagen es bien descrita en el episodio del evangelio de la Transfiguración. Leamos este relato desde el mismo evangelista Mateo que lo narra:
"Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista" (Mateo 17,1-12).
Jesús nos pone en nuestra realidad de la vida. Cuando pensamos que todo está bien, y queremos dejar nuestros problemas a un lado, se nos muestra la cruz. Ella nos lleva a nuestra realidad existencial, pero para poder soportar el peso de la vida, es necesaria la contemplación desde la oración.
Tratemos hermanos de vivir acorde a lo que nuestra fe nos pide. Busquemos a Dios en la oración diaria, pero también en el hermano que sufre y nos reclama la justicia de Dios. No perdamos de vista la misión del cristiano y seamos verdaderos fieles seguidores de nuestro Maestro Jesús.
1 comentario:
Amada Nancy: me ha agradado ver que es tu intención mostrar verdades trascendentes en tu blog, eso es bueno, deseo que tus trabajos ayuden a mucha gente, pues así como un aparato tiene un instructivo para su óptimo desempeño, así para el hombre existe un "instructivo" para llevar su vida al óptimo desempeño, esto es, La Biblia, La Palabra de Dios, inspirada por Dios y que es útil para enseñar, para corregir, para redargüir, para instruir en justicia...a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. "Hombre de Dios", sea el hombre para el servicio de Dios. "Buena obra", el hombre siervo de Dios, le sirve trabajando en Su obra, la cual es buena. Lamentablemente el hombre ha buscado su propia sabiduría, a los tales Dios los llama "necios", pues es "necio" el que confía en su propio corazón, pues no le corresponde al hombre ni siquiera dirigir sus propios pasos, tal que es mejor confiar en Dios que en los hombres (incluído uno mismo). En este pasaje de la transfiguración de Jesús, Moisés representa a La Ley y Elías a los profetas, es decir que El Padre le dice a los discípulos: "ante La Ley y los profetas, escuchen a Jesús". Ya sabemos que Él es el camino, la verdad y la vida, y que nadie va al Padre, si no es por Él. ¿A quién iremos Señor? Si sólo tú tienes palabras de vida eterna. Dios te bendiga.
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